Me dicen, Señor, que la Pascua
es el paso de la muerte a la vida
y que todo crecimiento implica dolor.
Quiero vivir contigo esta experiencia
de dar vida, aunque cueste.
Sé que la Vida que Tú nos das
no se puede comparar
con mis pequeños intentos de cada día.
Sin embargo, quiero ser vida
para los demás.
Quiero, Señor, aprender de Ti
y vivir todo lo que se me va presentando
como posibilidad de crecimiento personal
y de conquista de fraternidad
para este mundo en el que vivo.
Ayúdame a asumir la muerte
de muchos momentos
en que tengo que ceder, tener paciencia,
intentar comprender... como pasos
hacia la Vida en profundidad,
en amistad verdadera.
Me cuesta mucho aceptar
lo que significa salir perdiendo
ante los otros. Pero te miro,
y comprendo que el primero
que perdió todo fuiste Tú:
aparentemente fracasado
en tu vida personal y en tu mensaje
del Reino, en la amistad
y en la imagen.
Ayúdame a vivir así: desde la entrega,
sin medir, sin nadar guardando la ropa.
Aunque cueste, quiero, Señor,
luchar por la autenticidad, la justicia,
la paz... la Vida. Como Tú. Contigo.
Quiero que esta Pascua sea la celebración
de todo lo bueno, todo lo positivo,
todo lo que tu resurrección me ha regalado.
Quiero que sea la celebración de la alegría,
de la esperanza, del encuentro.
Quiero que esta Pascua sea la celebración
de la vida, en la vida, por la vida.
Quiero que esta Pascua sea la celebración
de tu amor que triunfa sobre todo,
también sobre la muerte y me regala,
cada día, una nueva vida.
(Oraciones para jóvenes, CCS, Madrid 2006)
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