Un maestro albañil, de edad avanzada, decidió dejar de trabajar porque quería disfrutar de su familia y llevar una vida más tranquila.
Sabía que iba a echar de menos la paga de cada mes con la que, entre otras cosas, pagaba el alquiler de su vivienda, pero pensó que hasta que cobrara la pensión de jubilado podría arreglárselas con los ahorros que tenía.
Se lo comunicó a su jefe, que lo sintió mucho ya que era un trabajador ilusionado y competente.
No obstante, el jefe le pidió un favor personal.
- Quiero que construyas la última casa.
El maestro albañil, que estaba agradecido a su jefe, no supo negarse y le dijo que sí, a pesar de las pocas ganas que tenía de hacer este trabajo.
La falta de interés le llevó a edificar la casa de forma un tanto chapucera. Lo que quería era terminar pronto y descuidó los detalles e incluso algunas partes importantes, como el tejado, lo construyó de forma deficiente. Seguro que cuando lloviera habría numerosas goteras.
Cuando fue a cobrar el trabajo realizado, el jefe, además de la paga, le entregó un sobre con algo dentro.
-Ábrelo, le dijo.
El albañil sacó unas llaves.
-Son las de la casa que acabas de construir. Es un regalo por el buen trabajo que has realizado durante todos estos años.
El albañil le dio las gracias y se marchó apesadumbrado porque lo que había hecho con su propia casa era una auténtica chapuza.
Texto del libro Religión Católica 1º ESO. Tema 7. Editorial SM
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